“LOS PUEBLOS QUE OLVIDAN SUS TRADICIONES, PIERDEN EL RUMBO DE SUS DESTINOS, Y LOS QUE SE APOYAN SOBRE SUS TUMBAS GLORIOSAS, SON LOS QUE MEJOR PREPARAN EL PORVENIR DE LA PATRIA”. Nicolás Avellaneda (1837-1885)
   
  FRANCISCO DEL PRADO
  El Editor
 




Mariano del Prado
Jerusalem
 2007

 
Esta página me la he reservado para contar la historia de cómo surgió la idea de armar un sitio para perpetuar la memoria de nuestro Comandante Francisco del Prado y para agradecer a quienes han brindado su colaboración y estímulo. En la foto que precede a éstas líneas, estoy situado en el Monte de los Olivos. Elegí esta foto porque fue en Israel donde todo comenzó a cobrar forma; donde los elementos dispersos en el inconciente comenzaron a aflorar hasta formar un mosaico al estilo bizantino, donde cada pequeña pieza tiene su importancia y su lugar.
Fue durante el año 2005 y como fruto de la carrera de Turismo que estaba llevando a cabo en la Universidad de Haifa, que comencé a recorrer y a visitar los lugares más insólitos, más exóticos y más antiguos de Israel. Entre visitas guiadas por arqueólogos e historiadores, me encontré visitando los campos de batalla que dieron lugar al surgimiento del Estado de Israel; historia que tan sólo contaba con sesenta años de antigüedad. Mis compañeros, los mayores que yo, habían estado en la mayoría de las batallas que Israel librara contra las tropas enemigas. Todos los que me rodeaban tenían historias que contar de la época en que había que asegurar un país en formación con las fuerzas de las armas.
Por otra parte, la concepción social que se tiene de un soldado en Israel es muy distinta de la que se tiene hoy en día en nuestro país. Además de esto me topé con otra realidad: la memoria de los que ya no están es algo vivo, cotidiano y recordado constantemente. Fue contrastante comparar aquello con la vivencia de la que provenía: la de un país donde la historia nacional es como si nunca hubiese existido, o está tan lejana en el tiempo que pareciera que carece de todo valor.
Otra realidad que me llamó la atención es la necesidad que la mayoría de los ciudadanos israelíes tienen de confeccionar su árbol genealógico e inclusive realizar algún viaje al lugar de procedencia de sus antepasado. Viaje este que suele ser llamado “viaje a las raíces”.  
A todo lo descrito anteriormente se agregaba otro elemento no menos importante: la difusa historia personal-familiar, la de primos que no se han visto por más de 30 y algunos 60 años entre sí. 
Expuesto a esta realidad, me vi en la necesidad de buscar mis raíces, mi historia, mis batallas, mis orígenes, aquellas que se remontaban a la época de mi tatarabuelo, el Teniente Coronel Francisco del Prado. Conjuntamente con ésta búsqueda, se sumó otra más cercana que tenía que ver con el saber algo de mi abuelo Primitivo del Prado al que nunca conocí ya que falleció teniendo mi padre Horacio y mi tío Abel alrededor de 11 y 9 años respectivamente.
Mi abuelo, según me contara mi padre, tenía en mente la idea de escribir un libro sobre el teniente coronel Francisco del Prado, pero la muerte lo sorprendió muy joven. El había sido juez de paz en un pueblo al sur de la provincia de Santa Fe: Pavón Arriba. Allí crecieron Horacio y Abel, pero hacía 60 años que habían abandonado aquel lugar y no habían vuelto.
Por un año estuve buscando en Internet correos electrónicos de alguna persona que viviera en aquel pequeño pueblo y que pudiera contarme algo de mi abuelo. Ese año (2005) fue infructuoso ya que sólo pude encontrar la página de un grupo de rock llamado El Vagón cuyos integrantes eran habitantes de aquel pueblo, pero sus intereses nada tenían que ver con historias familiares. De todas maneras decidí escribirles y pasaron los meses hasta que un buen día me llega la contestación de uno de los integrantes de aquella banda musical. En el mismo, se me contaba que conocían a alguien que podía saber algo de Don Primitivo del Prado (mi abuelo). Se llamaba Alberto Jesús Vega, nombre que de chico recuerdo haber oído de los labios de mi abuela. Luego entendí que Alberto no era otro que el primo hermano de mi padre y mi tío. Se inició así la historia de una búsqueda que comenzaba a dar sus frutos.
En este punto quiero agradecer especialmente a Alberto J. Vega-del Prado porque fue un padre y guía a la hora de canalizar todas las inquietudes que tenía de la familia. También quiero agradecer a María Nelson (Pochi) su esposa, por el recibimiento que ambos me han dado y el afecto mutuo que fuimos cultivando desde el primer día que nos conocimos. Habían transcurrido 44 años sin tener la más mínima idea de la existencia los unos de los otros. Lo mismo debo decir de Susy Vega-del Prado, hermana de Alberto, quien me recibiera en Rosario por primera vez y que con su sonrisa y calidez humana me garantizaba que la empresa de recuperar la familia era posible.
Visité entonces, (Julio del 2006) el pueblo de Pavón Arriba, donde los del Prado crecieron, la casa de mi padre y de mis abuelos. Fue una experiencia inolvidable que compartí junto a Pochi, Alberto y Susy Vega.
Antes de volver a Haifa, donde estaba viviendo por entonces, pase a visitar a mis tíos que hacía mucho que no veía y mis primos. Habían pasado treinta años. Me volvía a Israel con una mochila de afectos familiares que era difícil de llevar. Estando ya de regreso en Haifa, y entusiasmado con todo esto de recuperar familiares empecé a hacer llamados a descendientes de los hermanos de mi abuelo. Así fue que  aparecieron en mi vida mi primo Jorge Cussatti y Silvina su esposa con sus chicos. Ellos le dieron un nuevo impulso a la investigación sobre la vida del Teniente Coronel. Fueron ellos los que tomaron sobre sus hombros la tarea de ir tras el legajo del Comandante. Recuerdo aún el momento cuando abrí mi correo electrónico y me encontré con un mensaje enviado por Silvina: “Lo tenemos”. Salí disparado de la universidad donde estaba para ir a mi casa a llamarlos y que me contasen lo que habían encontrado. Recuerdo la voz de Silvina leyendo y contándome por teléfono alguna de las cosas que había en el legajo, como cartas de Mitre al Teniente Coronel, cartas de puño y letra del Comandante dirigidas a Paunero y a tantos otros. En total unas sesenta páginas. Yo no lo podía creer. Ese legajo había dormido por más de 150 años y nadie de los descendientes del Comandante se había preocupado en buscarlos. Pero la sorpresa y la curiosidad fue mayor cuando Silvina me cuenta que en el legajo aparece una carta escrita a máquina fechada en 1929 donde una mujer llamada Francisca del Prado de Sapio solicitaba al Estado Argentino una pensión en condición de ser la hija legítima del Teniente Coronel. Esto fue inesperado. Todos los familiares con que me había reunido meses atrás en mi viaje a la Argentina, me contaron que el hijo del Teniente Coronel se llamaba Alejandro del Prado y nadie sabía que hubiese tenido una hija. Lo cierto es que mi mente ya trataba de imaginar todas las situaciones posibles con tal de empezar a desenredar la madeja histórica de mi familia y que nos llevaba al casi legendario y mítico Francisco del Prado. Habrán descendientes de Francisca del Prado? me pregunté. Si los hay, habrá que salir a  buscarlos... hasta encontrarlos!! Y eso hicimos. 
        Para mí esto era como salir a la cacería de la historia. Volver al pasado para recobrar las piezas que el tiempo se encargo de diseminar en lugares tan distantes unos de otros como lo son Rosario, San Rafael de Mendoza, Gran Buenos Aires, General Pico y Necochea. Pero esto no sería todo. 



Priscila del Prado es, hoy por hoy, la más pequeña de todos los descendientes del Teniente Coronel Francisco del Prado. Solo espero que ella y todos los de su generación aprendan a regar el frágil árbol de los afectos, de la covivencia familiar y el cariño hacia quienes desde su silencio inmóvil solo pueden acompañarnos con los recuerdos que nos legaron antes de su partida.            
 
       


De no ser así, volverán a pasar otros 150 años... donde la aridez de la soledad, del distanciamiento, de la lejanía y de la indiferencia volverán a destruir nuestras raices....y con ello el sentido de pertenencia a una historia común en lo histórico y en lo familiar.
Gracias a todos los que me encontré en el camino por compartir los mismos deseos de no ser ya células perdidas en el océano de la vida, sino el de mantener un vínculo que nos permite pensar y sentir como lo que somos, una gran familia.
 
Por último Gracias a don Francisco del Prado, su vida y su paso por este mundo  no han sido en vano.
 
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